por Sandra Álvarez
Conozco veintinueve maneras de vivir cada día.
Casi treinta y aún se bailar
sobre la geografía
y bajo la gravedad.
Casi treinta y aún queda el cuerpo
está cada pieza en su lugar
queda el amor por las aves
por las cajitas musicales
y por los parques de juegos.
A veces soy la niña de antes del desastre.
Aún tengo ternura,
algunas caricias guardadas
en el interior de mis manos,
pero desconozco el color de mis pupilas
cuando veo de cerca el amor.
Todavía caigo
y me agrieto
pero vuelvo a retoñar.
Todavía me rompo
y pierdo pedazos
pero de mí salen cebras
árboles torcidos
y ventanas sempiternas
que sirven de miradores a lejanos bosques.
He ido acumulando en mis esquinas
deudas de fiestas, café y conversaciones.
En los bolsillos cargo monedas extranjeras
de países que nunca he visitado.
Dejo que las orugas se cuelguen en mis pezones
cuando decido dejarlos desnudos.
Colecciono nombres y sonrisas
de personas que creo jamás volveré a ver.
Tengo segura una infancia
que arde por salir del escondite al que la obligo.
Espero con ansias la temporada
de embriagarme con mangos y sandías.
Tengo obsesión por los bolsillos en los vestidos
me ato mal las zapatillas
no puedo resistirme a los pasteles de chocolate
y a las gominolas de colores.
Todavía no puedo sembrar flores y hacerlas sobrevivir.
No he visto estrellas fugaces
y de no verlas pronto no será nunca.
Me rehúso a no ensuciarme cuando como helados
a entender cómo funcionan los colores del semáforo
a nombrar derecha o izquierda a un lugar invariable
y a caminar por la acera sin jugar a la rayuela.
Tengo tantos sueños por conseguir
como los que no tuve ni a los cinco años.
No ofrezco ni solicito compañía
para mis caminos de fantasía
porque tengo miedo al abandono y al rechazo.
Adoro ver el mundo a través de ventanas de papel
y encerrarme a imaginar el otro lado de los muros.
Me gusta creer que la tierra de mis moléculas
es el resto de un planeta desconocido
y habitado de incendiarios paisajes
que dan paz al resto de mi órbita.
Mantengo una relación ilegitima con mi presente
que siempre estoy dispuesta a liberar la chispa
que reduzca a cenizas el resto de mi tiempo.
Sandra Álvarez
Guatemala, 1992. Periodista, escritora, gestora cultural y editora.
He publicado poesía, cuentos y artículos con varios proyectos de Estados Unidos,
México, Guatemala, Cuba, Puerto Rico, Venezuela, Argentina, Colombia, Ecuador y Perú.
Fundadora del proyecto literario-periodístico “Escritoras guatemaltecas” y de la editorial independiente “Flores de fuego”.
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