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Foto del escritorAndrea Palacios Heredia

"Sweet kittens"

por Alejandra Andrea Palacios Heredia


Arica - Chile


El gritó se escuchaba en todo el pasaje, como era habitual a cierta hora de la noche, la vecina «excéntrica» llamaba a su camada de veinticinco gatos. Subida en una precaria escalera hecha con restos de madera, ubicada en el patio posterior de la vivienda. Apoyada sobre un micro vertedero de desechos de muebles y repuestos mecánicos, se alzaba en eufórico grito.

Siempre vestía con amplias faldas andrajosas, sus cabellos ahora tornados grises tenían una grasitud visible, su rostro y cuerpo daban la impresión de estar desaseados. Para quién recién la conociera, era una imagen impactante el verla por primera vez, confundiéndola fácilmente por una «persona vulnerable de calle».

Su proceso de cambio o caída de la razón, fue dado de modo paulatino, aunque predecible en su desenlace, y es que después de todo, ¿quién en su sano juicio alberga quince perros de raza grande, además de veinticinco gatos y todos al interior de la casa?

Este almacenaje continuo de animales, a través de los años, trajo consigo enfermedades varias. Y era de conocimiento popular, las más de cinco operaciones de emergencia que se tuvo que realizar, en donde los médicos, le habían extraído desde sus interiores motas de pelo de animal revueltas con sus propios fluidos.

Sin mencionar, que nadie deseaba entrar a aquella vivienda, ni siquiera los controladores del agua y la luz. Esta emanaba una pestilencia de olores varios, entre orina, excremento, comida en descomposición y otros que no se podían identificar.

Los perros solo se hacían notar cuando peleaban entre sí, escuchándose sus ladridos a gran distancia y rara vez, salían a la calle, la situación de los gatos era distinta. ¡Estos invadían cuánto patio y jardín podían!, destrozando las bolsas de basura, vomitando en las puertas y haciendo sus desperdicios en los maceteros. Ante tales eventos, la vecina «excéntrica» solo agregaba «No son mis dulces gatitos», situación que molestaba a todos, por no hacerse cargo de los actos de vandalismo felino.

El grito de la vecina hacía eco nuevamente en todo el pasaje, mientras se escuchaba la corrida de los gatos por los techos, haciendo rechinar las calaminas y las cubiertas. Más de alguno empezaba a pelear en algún techo lejano, a lo que reclamaba automáticamente vociferando improperios al supuesto agresor, a quienes no le gustaba que un gato extraño invadiera su propio espacio.

Esta dinámica se prolongó durante años, al punto que ya a nadie le importó o le preocupaba su salud mental o lo poco que se le había visto deambulando por los pasajes. Por eso quizás, nadie se dio cuenta que ya hace meses que la vecina no salía de su casa, pero sus gritos aún persistían puntualmente cada noche.

Lo mismo sucedía con los animales, ningún vecino había observado lo demacrado de sus estados. Si bien, nunca habían sido los más bellos, sino los típicos de pelea de techos, con sus partes faltantes correspondientes, estos lucían cada semana un estado deplorable, tanto así, que los demás animales de las casas aledañas les hacían el quite ante sus presencias.

Solo unos pocos vecinos percibieron este deterioro, pensaron incluso que habían ingerido algún veneno y que quizás estaban moribundos, dado por los vómitos y diarreas que estos dejaban en las terrazas y estacionamientos, dejando el ambiente con un olor pestilente e irrespirable. Pero los mismos solían re aparecer semanas después, por lo que la «esperanza» de envenenamiento se desvanecía.

Los olores provenientes de aquella casa se acrecentaron, contaminando la cuadra completa. Siendo notificada la junta de vecinos, para el reclamo formal, exigiendo la presencia de las instituciones de salud para fiscalizar dicha casa.

Aquello fue todo un acontecimiento a nivel de población, mas cuando los mismos inspectores de salud desde el exterior, veían a la manada completa de gatos reposando plácidos sobre la techumbre, la que tenía suciedades en estado solidificado entre otros desperdicios, algunos yacían sobre el muro de la calle, con su mirada indiferente. Al tocar reiteradas veces el timbre, sin tener respuesta, decidieron solicitar el apoyo de la Policía, para la toma de procedimiento ante el allanamiento.

Mientras estaban en pleno proceso de cerrajería, uno de los funcionarios gritó ante el asco de ver como uno de los gatos le había vomitado encima, un espeso líquido amarillento con tonos verdes se desparramaba sobre su cabeza y hombros, ante la mirada asqueada de los vecinos curiosos.

Al lograr abrir la puerta, los gatos salieron corriendo en estupor descontrolado en dirección hacia el patio posterior. El antejardín estaba infectado de fecas secas y otras recién expulsadas, además de palomas y otras pequeñas aves muertas, con sus plumas esparcidas por el lugar.

Los perros empezaron a ladrar de modo frenético ante los intrusos, siendo capturados y amordazados por adiestradores.

El interior de la vivienda era igual de inmundo que su exterior, incluso peor, dado que no había una ventilación adecuada. Paredes sucias y arañadas, muebles en estado de putrefacción por la orina absorbida, el piso no se lograba ver por las capas de sebo acumulado. Las moscas revoloteaban en todo el lugar, las que con su molesto zumbido solo lograban intensificar lo desagradable del lugar.

Hicieron varios llamados, sin tener respuesta. Al abrir la puerta que daba hacia el patio, el panorama tampoco era diferente. Un micro vertedero de ropa, muebles, repuestos mecánicos, basura orgánica, etc., entorpecía el camino para inspeccionar el área.

Lograron avanzar con dificultad, hasta llegar a una pequeña área despejada. Quedando estupefactos ante lo visto, en un círculo perfecto, a su centro yacían los restos deformes, agusanados y podridos de la vecina, su expresión era de agonía, con la mandíbula abierta gesticulando un grito con sus manos comprimidas de dolor. No lejos de ella, veinticinco fosas desenterradas, en su interior, los cuerpos en descomposición de sus «dulces gatitos».



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Alejandra Andrea

Palacios Heredia

(Arica – Chile, 1979)

Escritora, pintora e ilustradora. Seleccionada dentro del ‘Catálogo de Artistas de Arica, 2017’- en el área Artes Visuales-, publicado por el Consejo Regional de la Cultura y las Artes de Arica y Parinacota. Publica su primera novela de terror fantástico ‘Shuvanis, Diario de Alexandra’ (Santiago, 2017). Seleccionada en la revista ‘Nictofilia N°4 – Dossier de poesía grotesca Editorial Cthulhu (Perú,

2018). Seleccionada como escritor juvenil invitado para el libro antología ‘Es lo que somos’ del grupo literario Rapsodas Fundacionales (Arica, 2019). Crea y publica ‘Los Siete Pórticos’ (Arica, 2019), un fanzine bimensual a modo de promover el arte y literatura local.

Seleccionada en la revista ‘The Wax’ Dossier de poesía (Argentina, 2020). Seleccionada en ilustración para la revista ‘Rigor Mortis’ (México, 2020). Seleccionada en pintura portada principal para la revista ‘Materia Escrita N°9’ (México, 2021). Seleccionada en ilustración de páginas interiores ‘Periódico Poético, Antología año 2021’ (México, 2021). Entrevista con el diario digital ‘La Crónica de Jalisco’, en la sección literaria ‘El conejo y su amigo la Luna’, sobre el trabajo literario y plástico que se ha mostrado en diversos medios digitales de México (México, 2021). Seleccionada en la revista ‘Cósmica Fanzine’ (México, 2021). Seleccionada en pintura portada principal, y páginas interiores, revista ‘Alcantarilla N°7’ (México, 2021). Seleccionada en la ‘Antología criminal’ de la editorial Alebrijez (México, 2021).

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