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Foto del escritorKimberly Patricia Juárez Vázquez

"'Nosotros' y ese viaje en tren" por Patricia Juárez Vázquez

“There was something 'bout you that now

I can't remember It's the same damn thing

that made my heart surrender”

About You- The 1975.


Cuando hablan de nosotros, pueden decir que dejamos luces de estrellas en aquel viejo auditorio en donde alguna vez se presentarían grandes celebridades. Pudimos hacerlo. El escenario recibió soñadores como nosotros; pensamos que nuestra idea de mantenernos firmes e indelebles uno del otro sería una parte de nuestra vida. Una historia digna de relatarse.

Ahora mismo, nos observan cazadoramente buscando en nuestras miradas si aún somos presas de ese sentimiento.

Y es que nuestros ojos no pueden mentir. No podemos maquillarlos con labial morado o ponerles aquel suéter gris para disimular que ese secreto no nos lastimó. Pretendemos que nuestras cicatrices no están en nuestra mano izquierda exactamente en nuestro dedo índice. Alguna vez entrelazamos nuestros dedos e hicimos de aquel lugar testigo de nuestra promesa de un mejor mañana.

Mentiría si digo que al principio no me sentí esperanzada de saber que existiría algún camino de vuelta entre nosotros, aunque sólo fuera para ponerle punto final.

Ahora sé que no fue tu ausencia lo que me confirmó que aquello era innombrable. Fue ese viaje en tren; estación a estación te conté una nueva historia que nacía entre mis notas, bebí aquel latte que amabas, compre rosas rojas, me coloque unas cuantas en el cabello y guarde otras cuantas para el final.

Cuando llegue a la estación de trenes, el camino hacia la habitación, que alguna vez olió a mi vela de vainilla, ahora lucia diferente. Se sentía nuestra ausencia.

Pensé que aquí encontraría algo de ti, busqué entre todas las cosas que alguna vez fueron nuestras y tú ya no estabas ahí.

Me atreví a prender la televisión y busqué aquella película en blanco y negro que nunca logramos ver hasta el final, pero todo fue en vano. Incluso mire dentro de mi bolso, encontré las rosas que había guardado y entendí que buscarte en ese viaje iba ser la tarea más inútil de mi vida.

Era tiempo desperdiciado si finalmente no te soltaba. Pensé que lloraría pero no pude. Logre hundirme en el agua cálida de la tina, me bañe en las rosas rojas, prendí los restos de la vela de vainilla y escribí esa nota final dedicada al fantasma de un “nosotros”, a los sueños que jamás serían contados, a las risas que jamás serán repetidas, las caricias que serían superadas por unas más cálidas y las canciones que jamás volverían a ser cantadas.

Aquel viaje en tren me había dejado un aroma a esperanza. El tren de regreso ya no fue tan lento, el sol finalmente no me quemó la piel y la culpa que ardía, ahora sólo se convertía en mi brillo. La ventana de mis ojos estaba lista para abrirse a nuevos horizontes, mi respiración finalmente se normalizó.

Pensé que volver y notar las voces que alguna vez estuvieron a nuestro alrededor me lastimaría nuevamente, pero ya no era así. Las lágrimas que anteriormente fueron el resultado de un doloroso aprendizaje ahora me habían blindado contra cualquier dolor.

Ahora puedo entrar nuevamente a aquel viejo auditorio y bailar sin necesitar que tu mano me sostenga, puedo verme en aquel pequeño vestido negro sin sentirme avergonzada. Estoy segura que nuestra historia puede ser una de las puestas en escena para nuestro deleite. No de la multitud, pues el polvo de estrella sigue dejando destellos entre los visitantes.

No nos delata a nosotros, pues nuestra hora de ser parte del espectáculo pasó. Pasó tanto como las cientas canciones que aprendí sin ti, los viajes que hice sin contártelo todo.

Entre ese viaje y mi visita a aquel viejo auditorio, me di cuenta de que el motivo por el que puedo hablar de ti es porque ambos podemos cargar en nuestra bolsa el polvo de estrellas y destellos que quedan de lo nuestro. Puedo sentirme segura de mi brillo, pues la noche en la que mi corazón se rompió en mil pedazos pasó un cometa bautizándome.

Ahora, cuando paso por el pequeño jardín de tu puerta oxidada, puedo mirar al cielo y sentir que aquel cometa susurra mi nombre y me hipnotiza lo suficiente para no desviarme del camino.

No te mentiré, en algún momento de todo este viaje te extrañé. Pensé en aquella hoja rosa en donde te dibuje un corazón. No diré que no intenté dejar mensajes en tu buzón. A veces hablar de nosotros significa convertirse en un espectador, ver más allá de tu propia versión.



**Corrección de estilo y ortotipografía por Fernanda Xochiquétzal. Se preservaron algunas marcas de oralidad que foman parte del estilo de la autora.



 

Patricia Juárez Vázquez

Vive en el Estado de México. Amante de la lectura, Enamorada de las autoras, Navegante de sueños, expositora de miedos siempre busca con sus relatos y escritos mostrar diferentes perspectivas crear empatía ante situaciones vulnerables o dejar algún mensaje en ellos.

Este escrito está inspirado en emociones tempranas de este año, pero feliz de compartirlas

en este espacio.


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