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Foto del escritorMical García

"La muerte de una estrella en Titán"

por Mical Karina García Reyes


Anoche soñé contigo. Envuelto en tu ataviado traje espacial, aquel que tú mismo confeccionaste porque “¿Cómo un sujeto como yo podría lucir semejante estropajo?”. Aquel traje brillante, que irradiaba con una intensidad cegadora al apenas recibir la luz del sol. Yo, en cambio, era un simple satélite opaco en comparación con tu fulgor. Soñé que nos fugábamos juntos a recorrer Saturno, saltábamos de Titán a Encélado, de Hiperión a Epimeteo, de Tetis a Dione, sin que nadie pudiera intervenir en nuestra trayectoria, mientras tú brillabas con la intensidad del Sol.

Los recuerdos entre nosotros comienzan a disolverse en mi memoria, espejismos de mi imaginación que se difuminan entre la realidad y me confunden al punto de no distinguir una de la otra. Solo veo imágenes de nosotros dos; tú, destellante y yo, siempre intentando reflejar un poco de tu luz, sin que nadie más eclipsara nuestra posición. Ambos, en una órbita constante, conmigo girando a tu alrededor, atraídos uno a otro por nuestra propia masa, atrapados en la indómita gravedad de mi propia transigencia.

Nos vimos por última vez hace un año, en aquella estación metereológica de Titán. Tras una larga ausencia, fui a buscarte. Esperaba una respuesta de tu constante ir y venir, de tus desapariciones eventuales en las que no sabía nada sobre ti, en las que te salías de tu órbita. ¿Por qué no me permitías girar alrededor de ti? Tú, siempre en tu traje fulgurante, sin necesidad de dar explicaciones sobre nada ni nadie. Tu luz parecía tan errante e impredecible, que sospechaba que eras más bien un púlsar, emitiendo tu radiación en periodos constantes, a veces visible y a veces desvaneciéndote ante el menor asomo de un reclamo de compromiso.

Aquel día, te encontré casi ahogándote en uno de sus mares de metano, habías perdido el conocimiento. La intensa tormenta derribó tu nave y esta se sometió totalmente a la fuerza impasible de sus enormes mareas, a su leve densidad que provocó que comenzaras a hundirte. Quise sacarte de ahí, aun sabiendo que la potencia de mi propulsor no sería suficiente para escapar de aquella tempestad. No obstante, no lo dudé siquiera, ¿cómo podría vivir sin aquel sol, cuya masa me mantenía en órbita? ¿Sin aquel astro, cuyo brillo yo reflejaba débilmente? Te sujeté, tiré fuertemente de tu mano y logré sacar tu cuerpo inconsciente de la nave. Aún no me explico lo que pasó, solo recuerdo que te levanté entre mis brazos y volé a máxima velocidad. El puerto espacial no estaba lejos de ahí, con un poco de suerte, podríamos arribar y refugiarnos de aquel terrible evento meteorológico, provocado por el campo gravitatorio de Saturno.

Volábamos juntos, con la tormenta golpeándonos con fuerza, cuando mi propulsor comenzó a quedarse sin energía, perdimos velocidad y nuestros cuerpos comenzaron a descender con una aceleración cercana a un metro cada segundo. En medio del pánico, noté que tu precioso traje espacial tenía una fuga por donde se había filtrado metano al interior. Quizá si hubieses usado un traje convencional… Incluso si lográbamos llegar juntos al puerto, la intoxicación con aquel líquido podría matarte. Caíamos juntos, abrazados, siendo derrotados por aquella amenazadora tempestad fulminante, caíamos juntos a encontrar una muerte segura en aquel insondable mar de carbono e hidrógeno.

Entonces, te solté.

Te solté e intenté encender nuevamente mi propulsor. La poca energía que me quedaba sirvió para llevarme al puerto espacial, donde caí rendida, apenas consciente, con los ojos empapados y con un profundo vacío que me estremecía. Me había convertido en un cuerpo errante en la vastedad de la nada, en la inconmesurable soledad..

Anoche soñé contigo. Recorríamos las lunas de Saturno hasta detenernos en Mimas. Ante la gélida brisa del satélite, me disculpaba por haberte soltado en aquella ocasión y me despedía de ti, como no pude hacerlo en Titán. Después de todo, tu campo gravitatorio ya no existía más, ya no podía atraerme hacia ti. Aquel cuerpo fulgurante ya no tenía ninguna fuerza sobre mí y yo, poco a poco, había aprendido a brillar también. Ahora podría seguir una trayectoria diferente, la que yo eligiera, en un espacio lleno de hidrógeno, radiación, polvo y otros miles de millones de cuerpos celestes, moviéndome en armonía con la gravedad del universo.



 

Mical Karina García Reyes

(México, 1990)

Bióloga de la Facultad de Ciencias, con estudios de maestría en ciencias biológicas por la UNAM.

Participante del Taller de Escritura para amantes de la Ciencia Ficción desde 2020. Sus microficciones y relatos pueden encontrarse en la “Antología Hispanoamericana de microficción en pequeño formato” (Editorial Digital EOS, 2021), en la revista digital “Polisemia” (número XIV, 2021), en la revista Anapoyesis (número 1, 2021) y en la antología “Mujeres en la minificción mexicana” (Editorial Digital EOS,

2021).


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