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"La hermandad de la montaña" - Kimberly Patricia Juárez Vázquez

Se dice que aquella chica era muy joven cuando las montañas la tomaron como suya. Era inútil buscarla; es un misterio. La naturaleza siempre ha sido sabia, si ella salía de ese lugar lo único que encontraría sería pena y dolor. Todo lo que viene del exterior podría dañarla.

Ella recuerda nuestro mundo de manera diferente; aunque existía la maldad, el dolor, la traición y el abandono, no era comparable a la actualidad. Su corazón noble no resistiría conocer nuestro ahora. Sé -no sé bien cómo- que ella quedaría devastada al ver este mundo.

En el principio, parecía que ella se había quedado por obligación en la montaña; sin embargo, ahora sé que su mayor convicción es no salir de ahí. Es por su propio bien.

De alguna manera, las montañas la acogieron como hija propia. Les encanta que ella habite su lugar con danza en las noches de lluvia y luna llena y que se alimente de la luz del sol que le da vida a las plantas y flores que crecen ahí.

Estoy segura de saber algo de ella. Sé que su inocencia desprende magia; piensa que el exterior puede ser un lugar enorme donde ocurren cosas increíbles. Siente que podría no soportar la emoción de admirar todo lo nuevo.

Tiene pensamientos puros; al mismo tiempo lo más catastróficos, pues teme salir de ese lugar. Antes de que las montañas la acogieran como su hija, sus padres de sangre le mostraron que debía anhelar el futuro y olvidar el pasado.

Por eso escapó a las montañas. Tenía la esperanza de encontrar una respuesta a su angustia, encontró más que eso. Encontró un hogar. Ella es la única humana que habita en esas montañas y las protege. A veces escribe alguna carta para informar que sigue viva.

Se dice que con el paso de los años la tierra la ha reclamado como suya, que ha tomado forma de las propias montañas, que las flores adornan su cabeza y la fortaleza de sus raíces crecen como la caída de los sauces. Sé que su magia e inocencia se cubren entre esas ramas protegiéndola.

Ha pasado tiempo desde que no escribe, pero siento cómo se aferra a la idea de que existen más hijas de la montaña. Sé que ellas mismas le han susurrado de su existencia y siguen el camino trazado por la luz de la luna.

Tal vez, ha probado muchas maneras para encontrarlas. La primera opción fue crear un muro de flores que las atrajera, no podrían resistirse al olor y belleza que solo las hijas de la tierra podían reconocer.

La siguiente, fue dejar mensajes en las ramas de los robles. Así comenzó la comunicación. Comenzaron a escribir en las hojas. Primero un saludo, luego compartieron sus perspectivas, recuerdos, hasta que finalmente se preguntaron sus nombres. No podían recordarlo. Aunque podían recordar detalles de su vida antes de las montañas, ninguna podía recordar su nombre. Ésto les causó una enorme curiosidad y el deseo de verse frente a frente.

Suplicaron a su madre, la montaña, que les permitiera conocerse, y con determinación las hermanas una a una lograron convencerla. La reunión se acordó en un lugar específico. La luz de la luna las guiaría.

Todas acordaron llevar algo para la reunión. Entre flores, cantos, y frutos lograron conocerse y crear un vínculo. Sabían que sería la única vez que se les permitiría verse en persona así que, se dibujaron mutuamente una runa del amor.

Prometieron que si encontraban a más mujeres como ellas, tratarían de reunirse el próximo año.

Unas cantarían entre los árboles, otras crearían corrientes en el rio que permitieran encontrar el lugar; tal vez, otras dejarían en la tierra pequeñas pistas para encontrar el lugar exacto y la runa tatuada sería su símbolo.

Tal vez hasta este punto no he sido clara sobre mis conocimientos sobre ellas. Posiblemente me ha traicionado mi imaginación. Llevo tanto tiempo perdida en el viento de las montañas que solo a veces encuentro el camino cuando las escucho cantar, cuando las veo danzar a lo lejos o cuando se sientan a contar sus sueños debajo de los robles.

Tal vez soy quien guía a las demás cuando las escucho leer o escribir en sus habitaciones.

Solo te pido que si me encuentras en las montañas, entiérrame nuevamente. Lo único que deseo es vivir en la sombra del roble con el sonido del río, correr y escuchar los pies de mis hermanas bailar sabiendo que entienden el verdadero significado de libertad.



 

Kimberly Patricia Juárez Vázquez.


Vive en el Estado de México. Amante de la lectura, Enamorada de las autoras, Navegante de sueños, expositora de miedos siempre busca con sus relatos y escritos mostrar diferentes perspectivas crear empatía ante situaciones vulnerables o dejar algún mensaje en ellos.

Este texto inspirado en las emociones de las reuniones realizadas en el círculo con mucha emoción cree este mundo místico.



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