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Foto del escritorAndrea Calderón

"Erandi y la muerte" por Andrea Calderón

cuento corto para niños

Estaba la muerte cansada, cansada de estar sola, llevaba muchos años sola, más de los que tienen tú, tu mamá y tu abuelita juntos, más de los que te han enseñado a contar en la escuela… un día decidió que dejaría de estar sola, tomó su bastón de madera y caminó por muchos muchos años, buscando un amigo que quisiera estar con ella, cada vez se ponía más triste, pues, cada que encontraba a alguien y quería ser su amiga… apenas trataba de hablar con ellos y caían en sus brazos, la muerte trataba de despertarlos, pero parecían tan dormidos que la muerte terminaba dándose por vencida, hacía una cama con las flores más hermosas que encontraba y se lamentaba porque no había podido hacer un amigo ese día… y seguía caminando.

Después de tanto caminar, la muerte llegó Zirahuén, estaba sentada a la orilla de un lago enorme y azul, más azul que el cielo cuando está de buenas, más azul que el mar cuando está tranquilo, justo cuando la muerte estaba a punto de darse por vencida y resignarse a que tendría que estar siempre sola… levantó la vista…y… al otro lado del lago, había una niña de trenzas tejidas con hilos de colores, sonreía y llenaba un guaje con agua, la muerte se enamoró al instante, sin pensarlo se levantó y se apoyó en su bastón, caminó lo más rápido que pudo hasta donde estaba la niña… se colocó detrás de ella y pensó en cómo diría “hola” hasta que recordó todas las personas a las que quiso hablarles y se quedaron dormidas para siempre, no quería eso para aquella niña, rápidamente regresó a donde estaba, y se limitó a observar a la niña acarrear agua durante días y días, la muerte se sentía feliz por primera vez en muchos muchos años, pero pronto volvió a estar triste porque no podía hablarle a la niña… se quedaba detrás de ella y la miraba sonreír y jugar en el lago, y se moría de ganas por jugar con ella, uno de esos días, la pequeña había terminado de llenar su guaje, hora de que la muerte se alejara y esperara en su esquina del lago hasta el día siguiente para poder volver a verla, mientras la muerte se alejaba… escuchó una voz dulce que la saludaba.

—Hola.

Cuando la muerte volteó, estaba la niña, mirándola fijamente.

— ¿T-Tú sabes quién soy yo? — Tartamudeó la muerte.

—Claro que sí, eres la muerte. Yo me llamo Erandi— la muerte la miró, sus ojos grandes y negros, su cabello largo y trenzado… era la primera persona que no se quedaba dormida cuando le hablaba, no sabía cómo actuar… —te he visto muchas veces por aquí, creí que nunca me hablarías, así que decidí hablarte yo— dijo Erandi.

—P-perdona, n-nunca hablo con las personas.

— ¿Y por qué no?

—Ellas… suelen quedarse dormidas apenas me ven.

—Es porque te tienen miedo, yo no te tengo miedo.

La muerte se quedó quieta, mirando los ojos de la niña.

—Bueno, entonces, dime. ¿Quieres ser mi amiga? — Preguntó Erandi.

—Nada me haría más feliz— respondió la muerte y sonrió.

Desde ese día, la vida de Erandi no volvió a ser la misma, resulta que ella tampoco tenía muchos amigos, le enseñó a la muerte a hacer trenzas, le enseñó a tejer, y también a hablar Purépecha, nadaron juntas en el lago, y le platicó la historias que su abuela le contaba sobre Zirahuén, a la muerte le encantaba escuchar a Erandi y peinarla, así pasó algún tiempo, nadie sabe cuánto, la muerte nunca se había sentido tan feliz desde la primera vez que vio a Erandi junto al lago, un día, mientras la muerte trenzaba el cabello de Erandi con lazos de colores, la niña empezó a hacer preguntas.

— ¿Y tú… de dónde vienes?

—Vengo de un lugar muy solitario, realmente no tiene nombre, algunos le llaman cielo, otros le dicen infierno, tiene muchos nombres, ninguno es incorrecto, y tampoco correcto.

—Cuando tenga que ir contigo voy a estar muy triste… ¿qué va a ser del lago sin mí? ¿Qué voy a hacer cuando ya no pueda ver los árboles de Zirahuén?

—Bueno…— Balbuceó la muerte. —Cuando tú no estés, ellos tampoco estarán, cuando tú te vayas… los árboles también se irán.

— ¿De verdad? — Erandi parecía triste.

—De verdad… por lo menos para ti, todo lo que conoces se irá contigo.

—Bueno… eso me hace sentir mejor. Oye, ¿y es verdad que para irse contigo se necesitan alas?

—Sí, Erandi. Todas las personas vienen aquí para construir las alas que necesitan para ir conmigo, algunos tardan más que otros, pueden pasar 80 años para construirlas, o quizá 90, algunos lo hacen mucho más rápido, en 20, otros en 5, y hay algunos que en días logran construir por completo sus alas, solo hasta que estén completamente elaboradas es cuando pueden ir conmigo… hay otros que creen haberlas completado, y no es así.

— ¿Tú cómo sabes cuando las alas de alguien están completas?

—Eso es algo que no puedo revelar, pequeña, ningún humano puede saberlo, porque se rompería el equilibrio que hay entre todas las Erandis, y yo.

—Entonces… ¿la gente te teme porque antes de irse contigo siempre sufre mucho?

—No, Erandi. Yo soy ajena a todo lo que le puede pasar a las Erandis, eso le corresponde a la vida, la vida se encarga de todo el proceso de la elaboración de las alas, yo, al contrario, solo estoy con las personas cuando sus alas están completas. Es por eso que estoy siempre tan sola, porque nunca puedo hablar con nadie, antes de ti, nadie había sido mi amiga. Tengo que regresar a donde pertenezco, Erandi. Mañana volveré y podremos seguir jugando.

— ¿Tú vienes muy seguido, verdad?

—Sí, paso más tiempo aquí que en donde debo estar… hasta mañana, Erandi.

La muerte y Erandi siguieron viéndose durante mucho mucho tiempo, nadie sabe cuánto, pero Erandi ya no parecía la misma, y la muerte tampoco, Erandi era de la muerte y la muerte era de Erandi, la muerte se fue enamorando más y más de la niña…

cuando estaban juntas en una lancha, justo en medio del lago, Erandi comenzó a arrojarle agua a la muerte mientras se reía, y la muerte le devolvió el gesto, jugaron con los peces ese día, Erandi se sentía tan feliz que se arrojó a los brazos de su única amiga y la abrazó.

La muerte le devolvió el abrazo, muy fuerte… sintiendo por fin un corazón junto a su pecho.

— ¡Te quiero mucho, muerte! — dijo Erandi, poco a poco la muerte empezó a sentir como el tambor que sentía en su pecho se apagaba, hasta que Erandi se relajó en sus brazos, la muerte le susurró algo al oído y acomodó su cuerpo en el lago, a Erandi le encantaba estar ahí, la muerte pensó que ese sería el mejor lugar para que Erandi descansara, como todos… se veía muy dormida.

—Yo también te quiero, Erandi— susurró la muerte con lágrimas en los ojos.

Ahora sabemos que lo que la muerte le susurró a Erandi fue el secreto que ella había pedido, le contó cómo sabía que sus alas ya estaban terminadas, Erandi fue la única persona que supo esto antes de irse, y es por eso que se convirtió en ayudante de la muerte.

Después de Erandi… la gente contaba de una mujer que salía del lago de Zirahuen, llevando en sus brazos a personas que habían caído de sus lanchas, algunas… otras, se quedaban en el lago, Erandi sabía cuándo las alas ya estaban listas, y cuándo no. Dicen también que la muerte quedó tan desconsolada, que no volvió a hablar con otro humano… jamás.



**Cuento enviado por Nadhir Tleyotl en memoria de Andrea Calderón


 

Andrea Calderón (2000-2022)

"De una chispa del alma hasta el último poro" eso decía tu tatuaje, eso estabas dispuesta a dar por seguir existiendo. Y es lo que dejaste, ese amor por vivir intensamente hasta el final.

Niña de ojos vivos y sueños grandes, un beso hasta el cosmos.


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