La niñez me llegó inocente, incluso cuando había un abrazo o contacto no pedido
La infancia me atravesó solitaria, cargando un matrimonio fallido y un padre distante
Mis siete años no alcanzaban a cubrir las lágrimas de mi madre, ni la factura pendiente
Mis manos que apenas rosaban la alacena suplicaban la compañía de un amor perdido
La niñez mayor me encontró ignorante, cuando una mano ajena no respetó mi cuerpo
La pubertad llegó sordomuda ante las injusticias y las fobias a las diferencias humanas
Mis trece años se sintieron pesados en un mar de hostilidad, miradas y palabras cargadas
Mis piernas estriadas que apenas daban su último estirón, corrían y temblaban de miedo
La adolescencia me rodeó asfixiante, cuando unos labios entrometidos me besaron
La mocedad tocó a mi puerta novedosa, con un primer amor vacilante y oportunista
Mis dieciséis años me sorprendieron débil y callada, aferrada a una persona egoísta
Mi corazón que apenas aprendía nuevas emociones, se sentía frágil cuando lo tocaron
La juventud aterrizó incómoda, cuando silbaban a mi paso en las aulas, jaulas no civilizadas
La mayoría de edad me llevó sigilosamente a nuevos abismos, nuevos brazos inestables
Mis dieciocho años no fueron sutiles, me arrastraban a viejos fracasos y viejos amores
Mi mente que apenas entendía de cariño, se sentía nublada y volátil con solo unas palabras
La adultez me amordazó con dulzura, cuando un hombre me mostró romántico afecto
El descubrimiento sexual fue ingenuo, violento, posesivo, obsesivo, y controlador
Mis diecinueve años no eran experiencia, eran muy inútiles ante un lobo manipulador
Mi cuerpo que apenas se conocía a sí mismo, me desconoció transformada en el reflejo
Quedé inmersa en la simulación de ser adulto, cuando un amigo ensombreció mi noche
Estancada en una parodia de amor, un cuerpo ajeno que violaba mis preciadas fronteras
Mis veinte años solo percibían sabor a alcohol, olían el rechazo, la agonía sin barreras
Mi seguridad que apenas sanaba los viejos moretones, quebró con el sonido de ese broche
El tiempo me alertó de mi futuro desvanecido, cuando una sospecha crecía en mis entrañas
Cegada por las incesables lágrimas, pegada a mi cama, paralizada por el apabullante miedo
Mi experiencia no era confiable, me dejaba decidir entre ser responsable o irme al infierno
Mis sueños que apenas crecían y se encaminaban, se pausaron en medio de miradas extrañas
El espejo se volvió melancólico, cuando miraba la media luna que acaparaba la imagen en él
Sintiendo culpa en la soledad, acompañada por una madre amorosa y un jurado en la sociedad
Mis veintiún años comenzaron nauseabundos, temblorosos y emocionados por la realidad
Mi vientre que apenas era maduro, lo habitaba un pequeño corazón al que yo decidí tener
La maternidad me recibió abrumadora, cuando solo mis brazos cargaban el dinero y el amor
Maquillada con sombras bajo los ojos, ensangrentada y adolorida mientras daba vida
Mis noches eran largas, se sentían calladas, mientras tarareaba una canción divertida
Mis brazos que apenas me abarcaban, arrullaban un deseo a las estrellas para su corazón
Su niñez me alcanzó refrescante, cuando me sonrió y demostró cuan genuino se puede amar
Agotada por las maniobras diarias, tratando de ser mamá y una mujer de forma ocasional
Mis veinticinco años fueron crueles, soportando la complejidad de la superación profesional
Mi madurez que al fin iba llegando, me hacía leer entre líneas, entender toda la oscuridad
El feminismo me abrazó con sororidad, cuando me repitió que no fue lo que vestía o decía
Deslumbrada por el autodescubrimiento, aprendiendo a perdonarme, amarme y respetarme
Mis treinta años me encontraron curada, siendo amada en la claridad, sin nunca callarme
Mi alma que estaba lista para florecer después de caos, me enseñó sobre mí y sobre empatía
La lucha me llevó constante, cuando escuché los cuentos de terror que describían las otras
Enfurecida por la apatía, enfrentando las profundidades de las costumbres asesinas
Mis días ahora de mi abuela, de mi madre, de mis tías y sobrinas, de mis hijas y mis nietas
Mi puño estaba arriba para gritar, por lo que callé, por lo que nos callaron, por nosotras
Mi nombre es Alina Reyes. Tengo 31 años. Soy comunicóloga, madre, esposa, escritora y repostera. Trabajadora y emprendedora de un pequeño negocio de agendas y libretas.
Desde los 6 años, que aprendí a hacer acrósticos, me apasionaron los libros y la poesía, por lo que con el paso del tiempo mi forma de expresión favorita ha sido la escritura. Fui periodista y he tenido un par de blogs donde dejaba un poco de mi alma en cada escrito; también soy amante de la música, lo que me permitió tener un podcast.
En cada proyecto, siempre tengo la intención de sentir acompañadas a otras personas, ya sea con música o con letras, si se sienten igual que yo en algún momento de su vida.
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