por Manuela Herazo Martínez
Ciutliq se ajustó el casco una vez más antes de entrar a la nave.
Era indudable que se sentía nerviosa, pero también muy emocionada; todas esas sensaciones se estaban concentrando en su estómago; por un momento sintió náuseas y temió arruinar su embarque, así que respiró hondo para tranquilizarse.
-Adelante comandante Ciutliq, puede abordar la nave.
La voz se escuchó tan cerca que casi parecía que venía del mismo casco. Por fin entró a la nave y tomó su lugar en la gaveta, habían simulado muchas veces el acceso y, sin embargo, eso no disminuía la ligera angustia que ahora experimentaba al estar viviendo su ensamble a la nave de forma real.
Comenzó por conectarse a los tubos que la alimentarían y le proporcionarían oxígeno; después se conectó a los nodos eléctricos que regularían su frecuencia cardiaca y actividad cerebral; por último, fijó las mangueras que la sujetarían a la cabina para impedir que saliera rebotando por la nave, aunque sabía que al principio experimentaría la gravedad cero, no estaban seguros qué ocurriría cuando entrara al agujero y viajara por el gusano, así que decidieron que lo mejor sería mantenerla fija.
Comenzó la cuenta regresiva, la nave se elevó; dejó de sentir resistencia como si la tierra se aferrara a no dejarla partir, para después soltarla con resignación y que vagara por el espacio.
Ciutliq pudo ver la oscuridad del vacío y la inmensidad del universo que ante ella se desplegaba, una cortina negra brillante de un cielo que no reconocía, no era su primera vez en el espacio, pero si la primera que viajaba en esas condiciones y para esa expedición específica. Llevaba ya tres horas en el recorrido maravillándose con la inmensidad del espacio, la inexplicable belleza de lo infinito y desconocido, siempre habían representado para ella la razón de la vida misma y siempre había soñado con ese momento, cuando pudiese estar cara a cara con la creación.
Llevaba ya cuarenta y ocho horas de su recorrido cuando la nave comenzó a experimentar una turbulencia, su lector le indicó que estaba ingresando a la zona donde se encontraba el agujero negro, activó sus visores infrarrojos y pudo percibir las líneas luminosas que indicaban la circunferencia de éste; pudo identificar el centro de la espiral, así que tecleó las coordenadas para dirigir la nave justo a ese punto, como quien visualiza en una diana el punto exacto donde impactará la bala.
La fuerza de atracción que el agujero generaba resultó ser mucho más potente de lo que habían calculado; por un instante, el terror se apoderó de Ciutliq cuando la nave comenzó a girar del mismo modo que un auto derrapando, le fue imposible mantener fijo el punto de ingreso al gusano, aunque seguía aferrada a tratar de controlar la nave para recuperar el curso de la trayectoria, la luminosidad del espiral se hizo más fuerte a medida que la nave era succionada con mayor violencia, pareciera que ante la imposibilidad de escape de la luz, ésta se concentraba en el interior del gusano reclamando con ferocidad lo que pasaba junto a él, Ciutilq sintió como si unas fauces llenas de sangre se abrieran para tragarla junto con la nave, de pronto sintió que la temperatura descendía rápidamente, y entonces comprobó que la nave se estaba desarticulando, las paredes iban siendo violentamente arrancadas como quien le quita la cáscara a un fruto para disfrutar de la pulpa, Ciutilq era la pulpa.
La luz del agujero negro la cegó y sin ser completamente consciente de lo que ocurría, su última sensación fue la succión violenta de su cuerpo para cruzar las fauces de ese gusano negro.
Ciutilq no sabe si ha abierto los ojos por la opresión que de pronto sintió en el pecho, o si al abrir los ojos y ser apenas consciente de su respiración es lo que la ha provocado. Después de unos segundos se da cuenta de que está flotando sobre una nube de vapor, puede percibir la sensación de estar envuelta en gases, pero no puede experimentar frío ni calor, y casi de repente se percata que pasado el momento de angustia puede respirar perfectamente.
Al encontrarse completamente despierta es como si el sitio en el que se encuentra hubiese despertado también; la nube sobre la que está suspendida comenzó a elevarla rápidamente hasta que la arrojó a una especie de lago congelado, se levanta lentamente, temiendo que el hielo se rompa; y en el instante que se supone tendría que haberse preguntado dónde estaba, supo sin lugar a dudas que estaba en Europa, aquél satélite por el que siempre había tenido gran fascinación, y entonces instantáneamente también es consciente que está respirando metano.
En ese momento comienza a tomar consciencia de sí misma, donde antes tuvo piel, ahora la cubre una especie de tela metálica; puede sentir su dureza, y se fascina con la iridiscencia que refleja, es como si diminutos cristales eclosionaran de su cuerpo.
Camina alrededor del lago, está congelado y es de un blanco cegador, pero a ella no le molesta la luminosidad tan intensa, de hecho, puede sentir una membrana sobre los ojos, y al buscar su reflejo en el hielo, éste le devuelve una mirada de color brillante, su cabello ha desaparecido y reemplazado por pequeñas escamas azules pegadas a su cráneo; está completamente desnuda, pero su cuerpo ahora carece de formas femeninas.
Siguió caminando, todo a su alrededor es blanco, entonces descubre otra especie de lago, solamente que éste no se encuentra congelado, cuando Ciutliq mete la mano, nota que es de una consistencia gelatinosa, avanza hasta sumergirse por completo en ese plasma; descubre que puede seguir respirando dentro de aquella gelatina y además ver, es entonces cuando se percata que lo que ve es el interior del gusano que la succionó, puede ver que el espiral luminoso se abre ante ella, solamente que ahora el universo se ve diferente, se despliegan chispas anaranjadas sobre un negro azulado, estelas de fuego corren y atraviesan el espacio, gusanos diminutos como aureolas boreales van y vienen saliendo a su antojo por la boca del agujero negro, al entrar se enroscan por su cuerpo, la cubren, se deslizan y acarician su nueva piel, su cuerpo expuesto, es una especie de danza cargada de erotismo en la que en cada roce puede sentir en su interior corrientes de electricidad que salen de su cuerpo como chispas. No sabe cuanto tiempo ha durado aquella danza cósmica, solo de pronto se vio emergiendo por aquel lago de plasma.
Camina y encuentra lo que parecen los rastros de la nave en la que viajó, con esos restos y con el plasma del lago comienza a construir un refugio sobre el hielo; y entonces, exactamente cuando lo terminó una chispa de electricidad comenzó a salir de su cuerpo, era la energía del universo, podía sentirla, Ciutliq colocó su mano sobre su vientre, empezó a sentir la misma fuerza de atracción que la arrastró hacia el agujero negro, entonces hubo una gran explosión, una especie de polvo cósmico rodeó su cuerpo, y la luz se transformó en una esfera que cayó a sus pies, se elevó poco a poco y conforme crecía, una figura similar a ella se iba transformando hasta alcanzar su altura y forma, un ser a su imagen y semejanza pero de ojos verdes estaba frente a ella.
La creación encontró una vertiente, una nueva forma de vida ha surgido.
Manuela Herazo Martínez
Abogada y escritora, en mi amor a las letras he descubierto nuevos géneros
comenzando un romance apasionado con la ciencia ficción. He colaborado y publicado algunos ensayos y cuentos en diversos espacios digitales como Especulativas y Círculo literario de mujeres. Mi primer poemario "Retazos" se
encuentra disponible en Amazon. Y mi más reciente publicación es el cuento
"Tancredi" en la antología de cuentos de ciencia ficción “Nosotras” organizada por
la colectiva Especulativas.
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